LA TRADICIÓN DEL VÍA CRUCIS EN CREVILLENT
Las referencias históricas que poseemos acerca de los orígenes del Vía Crucis (Camino de la Cruz) en Crevillent, las proporciona el cronista de la villa, D. Anselmo Mas Espinosa. Aunque no especifica las fuentes de procedencia, da a entender que pertenecían a documentos – ya desaparecidos – del Archivo Parroquial. No encontrar alusiones en documentos civiles, hace suponer que dicha devoción era practicada por los fieles sin depender de subvenciones oficiales. Por lo menos de forma directa.
Debemos diferenciar el vía Crucis antiguo, con capillitas instaladas a lo largo del Camino de Orihuela-Elche (siglos XVII-XVIII), de otro mas contemporáneo, el del Calvario (1769.1935). Cual era el itinerario del primero y porque el cambio a otro lugar gracias a la decisiva influencia de un insigne cura, con gran visión de futuro, serán las reflexiones a considerar en estas líneas. Sin renunciar, por supuesto, a considerarlos como el germen de nuestras procesiones de Semana Santa.
Nuestra población, eminentemente costerosa, se adaptaba perfectamente al perfil que demandaba el recorrido del Camino de la Cruz. El clima mediterráneo, sus campos de vides, palmeras, olivos, etc, ofrecían el marco mas parecido a la ciudad de Jerusalén.
Así lo debió entender aquella sencilla y analfabeta comunidad, según las explicaciones que daban los sacerdotes, tras la lectura en latín de los textos evangélicos. Añadamos las predicas de los misioneros que solían venir en tiempo cuaresmal, con el fin de excitar el sentimiento religioso. De esta forma, aquellos rústicos labradores y aquellas mujeres de manos encallecidas por la persistente confección de cabos de pleita, aumentaban su interés por la pasión de Cristo.
La festividad que celebraba nuestra villa con toda solemnidad, el dos de febrero, Purificación de Ntra. Sra. o Candelaria, tendría su parte de preparación cuaresmal. No en balde, un religioso franciscano del convento de S. José de Elche, predicaba el sermón de este día y los cuaresmales.
No sabemos con certeza el recorrido o camino utilizado en Crevillent, para el mas antiguo Vía Crucis del que tenemos noticias. D. Ans. Mas dice que comenzaba en Cruz de Ruiza, cruzaba el pueblo y terminaba en Santa Anastasia, donde estaba la última estación, la del Sepulcro. Era el camino de Orihuela-Elche por donde transcurría el tráfico de las bestias de carga. ¿Cuál fue este camino?
En el siglo XVII, el pequeño poblado estaba asentado casi por completo, en la margen izquierda de la Rambla. El eje de comunicación Orihuela-Elche, comenzaba en Ruiza (hoy Guillermo Magro), cruzaba la Plaza Iglesia Vieja, calle Estanco, bordeaba el Vall (foso) del castillo hasta adentrarse en Purísima. Aquí junta a la pequeña ermita del mismo nombre, estaba situado el primitivo Hospital. Continuaba por esta calle – toda´via sin urbanizar – hasta la Cruz de Término de Santa Anastasia. Con toda probabilidad, este debió ser el itinerario del primitivo Vía Crucis.
A principios del XVIII, coincidiendo con la expansión demográfica, se ensancha la ermita de la Purísima, anexionándole el viejo Hospital. Otro, con mayor capacidad, es construido fuera del casco urbano, junto al emblemático santuario de Sta. Anastasia, patrona de la villa. Entre las dos ermitas empieza a configurarse con nuevos edificios, una calle larga y recta. La práctica del Vía Crucis debió consolidarse con este trazado. Pasaba por delante de los tres lugares de culto religioso en aquellos tiempos. Iglesia de Ntra. Sra. de Belén ( con su cementerio al lado), ermita de la Purísima y terminaba en la Santa Anastasia.
El nuevo consanche del siglo XVIII, desviando el tráfico por la calle S. Francisco, Plaza del Salitre, María Miralles (hoy Fco. Candela Martí), para desembocar en el antiguo itinerario, ante el nuevo Hospital, no parece que llegara a utilizarse como recorrido del Vía Crucis.
¿Por qué se cambian de lugar las estaciones de la Pasión de Cristo mediado el siglo XVIII?. D. Ans. Mas aduce como razones, el impedimento que suponía alguna capillita para alinear edificios en construcción y sobre todo “hallarse en camino tan transitado, donde era objeto de irreverencias por parte de arrieros y trajinantes”.
El insigne doctor D. Ambrosio Guillén, esgrimió estos argumentos al Duque de Arcos, con el fin de trasladar el Vía Crucis a otro sitio mas conveniente. El señor Territorial que sentía un evidente afecto y estima por el gran cura, donó a la Parroquia en 1753, el paraje solicitado, la loma llamada Camposanto. De cualquier forma, este montículo ya se denominaba Calvario antes de la donación. Como los vocablos Vía Crucis y Calvario significaban prácticamente lo mismo, nos induce a pensar, que con anterioridad a estas fechas, ya se celebraba en esta loma algún acto de penitencia cuaresmal.
El Pasco del Calvario, tan querido por los crevillentinos, posee una rica tradición – quizá más antigua de lo que suponíamos – relacionada con devotas manifestaciones de la Pasión de Cristo. En 1625, ya recibía esta denominación. Había camino para subir. Una cruz en la cima y alguna capilla antes de llegar debió haber, según costumbre de la época.
A medida que transcurre el siglo XVIII aumenta la actividad en la margen derecha de la Rambla. La construcción de cuevas aumenta paulatinamente. No había producción agrícola por la falta de agua y escarpado del terreno, pero había “palaus” (fábricas de esteras), de muy antiguo.
Gracias a la visión de futuro del gran personaje del XVIII, el cura Guillén, -tan injustamente olvidado-, la erección del Vía Crucis en el Calvario, propició el adelanto de la construcción del puente del que tan necesitado estaba la villa. La puesta en servicio debió acaecer entre 1755 y 1760.
Las incipientes, sencillas y humildes procesiones de Semana Santa, asimilaron rápidamente un itinerario ajeno a los inconvenientes que causaba el trajín del camino Elche-Orihuela.
Una de las condiciones de la donación, celebrar la procesión del Viernes Santa por la tarde “para hacer allí el encuentro de la Dolorosa y el Santísimo Cristo, fue llevada a la práctica rápidamente por el pueblo.
La donación del Calvario por parte de Don Antonio Ponce de León, duque de Arcos, tuvo una excelente acogida. “Todos, grandes, chicos y mujeres trabajaron desmontando la loma hasta que la allanaron 20 palmos (4´5 metros), erigiéndose el Vía Crucis con el inicio de la cuaresma de 1769.
Aquel Miércoles de Ceniza (8 de febrero) debió acudir el pueblo entero a celebrar el Vía Crucis mas solemne de la historia crevillentina. El más importante que presenciaron las 14 capillas de argamasa en sus 165 años de existencia. Unos mosaicos policromados, representaban las estaciones del Camino de la Cruz.
A principio del siglo XX -recuerda D. Anselmo-, salía los viernes de cuaresma al anochecer, una bocina que recorría las calles, anunciando con lúgubres notas, un Vía Crucis penitencial. El “Cristo Vell” portado a hombros de una personalidad del pueblo, presidía la procesión. También refiere que los cofrades Ntro. Padre Jesús, rezaban las estaciones en el Calvario, en la mañana del Viernes Santo. Esta devota práctica perduró hasta los años treinta.
Hasta aquí, he ido citando episodios y ciclos históricos. No quiero dejar de mencionar la importancia que debió tener el canto en estas manifestaciones religiosas. Digo debió, porque no tenemos información documenta a este aspecto. Ello es debido a la pérdida de fondos documentales del Arch. Parroquial y a no figurar subvenciones en las Ctas. Mun. de la época. No cabe duda que los gastos de estas devotas prácticas, eran sufragados por los fieles.
Había coro organista y “capiscol” sochantre, en la vieja iglesia de Ntra. Sra. de Belén. Por tanto, no es arriesgado pensar, qeu los Vía Crucis mas solemnes llevaran acompañamiento coral. Inicio y gérmen de la preciosa tradición, -coros en las procesiones-, transmitida de padres a hijos hasta nuestros días.
Esta fervorosa manifestación religiosa ha sufrido con el tiempo, diversas alternativas, pero la culminación, o rezo de la última estación se realiza en el Calvario. No olvidamos las tradiciones.
Últimamente conmemoramos el Camino de la Cruz la noche de Jueves Santo, pero también hubo costumbre de efectuarlo Lunes o Martes Santo.
Una crónica de 1954, refiere el fortísimo viento que reinaba aquélla tarde de Martes Santo. Estuvo a punto de suspenderse el Vía Crucis por “lo arriesgado que era sacar el Cristo del Perdón”. Por fin salió, pero por calles estrechas, sin subir al Calvario.
El siguiente año, “una gran masa de publico siguió con todo fervor este acto religioso, actuando de predicador el Padre I. Jadó, “el cura del Pont”, como le llama ya todos los crevillentinos.
La Semana Santa siguiente, por ajustes procesionales, se efectúa Lunes Santo “con el Cristo del Perdón, con rezo de las estaciones hasta el Calvario”.
Con estas reflexiones intento dejar constancia de esta antiquísima tradición, gérmen de nuestras procesiones de Semana Santa. Así lo patentizamos cada año los crevillentinos con asistencia masiva al solemne Vía Crucis del Jueves sAnto, al concluir los oficios divinos.
Fdo. Salvador Puig Fuentes
VÍA CRUCIS HOY
Hay dos momentos durante el año litúrgico o año de celebraciones cristianas, que evocan dos acontecimientos muy importantes y significativos: el Adviento y la Navidad, que nos introducen en el misterio de la Encarnación, nacimiento e infancia de Jesús y la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua, que nos hacen revivir los momentos de la Pasión, de Jesús, su muerte y Resurrección con la venida del Espíritu Santo. Dentro de estas dos épocas del año, hay diversas celebraciones, fechas concretas, signos y gestos, que nos ayudan a introducirnos y a actualizar estos hechos tan importantes y fundamentales para la comunidad cristiana.
La oración y meditación del Vía Crucis es una de las celebraciones y devociones populares más antiguas, que todavía hoy se presenta como un modo de oración plenamente actual. Su historia se remonta al siglo IV del cristianismo cuando las primitivas comunidades cristianas tuvieron que hacer frente a los diversos errores cristológicos que fueron apareciendo, remareando y poniendo de manifiesto los sufrimientos de Cristo en la cruz.
Del siglo VI al siglo XII la devoción a la cruz conoce un gran auge y hacia ella se dirige culto y oración. Las oraciones más antiguas al crucifijo proceden del siglo IX. A partir del siglo XII la devoción y la doctrina sobre la cruz alcanza su mayor esplendor. Se recuerda la pasión acentuando los aspectos más dolorosos; se mira a Cristo con compasión queriendo aliviar sus sufrimientos y participar en sus dolores. A finales del siglo XIII aparecen formas devocionales que reproducen el camino de Jesús por la Vía Dolorosa. Quienes no podían desplazarse a Tierra Santa, encontraban en estas prácticas devotas la manera de coparticipar en la pasión de Cristo. Es la primera mitad del siglo XVII cuando aparece en España el Vía Crucis de catorce estaciones en el orden que ha llegado hasta nosotros.
En 1991 Juan Pablo II celebró el Vía Crucis en el Coliseo de Roma. Realizó cambios en algunas estaciones, suprimiendo aquéllas que no tenían un fundamento en la Sagrada Escritura (las caídas, el encuentro con Jesús con su Madre y con la Verónica) que habían surgido fruto del amor y de la ternura de los fieles hacia Cristo sufriente camino del Calvario, siendo sustituidas por otras tantas con expresa referencia bíblica: la oración en el huerto de Getsemaní, el juicio de Pilato, el diálogo con el ladrón arrepentido y la presencia de María y el discípulo amado junto a la cruz.
Hoy la oración del Vía Crucis tiene un fundamento bíblico y es una de las formas de oración que pone de manifiesto las enseñanzas más profundas de la muerte en cruz del Señor. Esta oración está muy arraigada en nuestra Semana Santa. La Cofradía del Cristo del Perdón continua ofreciéndonos la posibilidad de unirnos y prepararnos a la Pasión y muerte de Cristo, en la tarde-noche del Jueves Santo, con el Vía Crucis. Además podemos afirmar que todas nuestras procesiones, desde el Domingo de Ramos hasta el Sábado Santo por la noche, son una representación muy expresiva de las diversas etapas y momentos del Vía Crucis que vivió el mismo Cristo, al que nosotros nos unimos de una forma personal y comunitaria.
Hoy la oración del Vía Crucis es la mejor manera de entrar en los momentos de la Pasión y muerte de Cristo. MOmentos que se encuentran en el tiempo y en la historia, que podríamos calificar de atemporales y que nos ayudan a vivir un acontecimiento pasado en clave de actualidad. La actualidad de la Pasión de Cristo vivida por millones de hombres y mujeres que expresan en sus rostros gestos de dolor, sufrimiento, incomprensión, condena injusta, malos tratos, burlas y escarnio, intransigencia religiosa, fariseísmo e hipocresía, impotencia. Hombres y mujeres de nuestro tiempo que cargan con la cruz del sufrimiento, de la enfermedad, de la intolerancia, de la falta de diálogo, de la xenofobia y del racismo, de la mala distribución de las riquezas en nuestro mundo, del hambre y el desempleo, de la guerra y las luchas fratricidas, de las madres que sufren por sus hijos drogadictos, alcohólicos o delincuentes, de la limpieza étnica y de la falta de respeto a los derechos humanos…
La obra sanadora de Jesús llega asumiendo todas estas realidades. La cruz, la pasión, abren la puerta a la Resurrección, a la luz de la Vigilia Pascual, al paso del mar Rojo a la Tierra Prometida de la paz y la victoria sobre el dolor y el desamor. Cristo vence, Cristo da esperanza, por eso el árbol de la cruz que emprendió el camino del Gólgota (lugar de la calavera) da paso a la vida que no tiene fin y al mismo tiempo se convierte en lugar y momento de reconciliación para la humanidad separada y dividida.
“Señor Jesús:
qué difícil reconocerte
clavado en la cruz del olvido,
en la cruz de la soledad.
Pero la sociedad, mi sociedad,
no tiene tiempo para compartir,
para escuchar al que está solo.
Perdona, Señor, nuestra falta de amor
hacia a quienes a nadie tienen.
Perdona, Señor, la dureza de nuestros oídos
porque sólo nos escuchamos a nosotros mismos.
Perdona, Señor, nuestros olvidos cobardes.
El tiempo robado a los que viven solos.”
Fdo. Vicente Martínez Agulló